lunes, 30 de abril de 2012

Odio el hecho de asesinar a alguien y que se lo tome de manera personal.



El primero fue muy difícil porque estaba de rodillas, rogando, llorando. Pero si no lo mataba, otro me mataba a mí.
La segunda vez, resultó un poco más fácil. Es como dicen por ahí: si matás una vez, matás muchas veces. Hay que ir perdiendo el miedo.
Después de hacerlo, una se queda temblando. No puedes comer, ni dormir, ni hablar con nadie. Te encerarás contigo misma. Pero con el tiempo te olvidas.

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